18 de marzo de 2006

Más Casablanca



Retomando el hilo de ayer, vuelvo a Casablanca (Michael Curtiz, 1942).
Y vuelvo porque, a pesar de no ser una obra maestra, ni haber ejercido demasiada influencia sobre el cine posterior, se ha convertido en un mito que parece sobrevolar sobre millones de conciencias como el lugar sagrado en el que se produjo una irrepetible comunión entre temas tan esenciales como la ética política, la conciencia revolucionaria y el amor perdido. Parece como si Humphrey Bogart fuese el arquetipo que demuestra que, aun concurriendo en las circunstancias más propicias para ello, no hay ser humano capaz de cambiar su personalidad esencial, que permanece inmutable para siempre. Parece como si en esta película se concretase la gigantesca heroicidad, cuyo recuerdo parece abrir las carnes al más pintado, de la Resistencia contra los nazis, del puñado de seres excepcionales que se enfrentaron al grupo de criminales más terrible que haya padecido la humanidad y que, en medio de su prometeica lucha, tuvieran que optar por abandonar lo más excepcional que podría ofrecerles la vida: el amor de una mujer como Ingrid Bergman.
¿Defectos de la película? Todos. Para empezar: la población nativa, marroquí, de Casablanca no existe. No son más que una pequeña parte del decorado, unos fantoches que pueblan por ahí, sirviendo como meros figurantes de unos blancos occidentales que utilizan, como siempre, el resto del mundo como una extensión de su campo de batalla. Y digo “blancos occidentales” porque el personaje negro, el pianista Sam, no tiene en la historia más entidad que la de un fiel secretario que sigue a Humphrey Bogart allá donde va, sin más potencialidad que su labor de testigo mudo de la relación, pasada y presente, entre los dos protagonistas. Para continuar, lo increíble de ver a un recién salido de un campo de concentración como el personaje de Paul Henreid vestido de forma impecable con traje y corbata, con un aspecto inmejorable, paseando con su bella esposa. Para seguir, la música del inefable Max Steiner, como siempre, grandilocuente, excesiva, más propia de un documental sobre la construcción de una catedral gótica que de una historia de amor. Y para finalizar, el mismo final, que intentado atar todos los cabos lleva a Humphrey Bogart a desdecirse de sí mismo, a mentir a Paul Henreid para salvar la conciencia del héroe de la Resistencia e impedir que pueda llevar en su historial la pequña mácula de que su esposa amaba a otro hombre, cuando todo espectador sabe que eso no es cierto, que su esposa sí amaba a otro hombre, y en poco o nada compensa que ella sepa que él miente y que así todos contentos: no, todos contentos no. Las cosas no son así, guionistas.
Casablanca, ya lo he dicho, no es ninguna obra maestra, ni siquiera una película “universal” (creo que no hay nada universal, más que el universo de cada ser humano consciente). Pero es algo más que un filme. Es uno de los más importantes creadores de imaginario colectivo occidental del siglo XX. Cinematográficamente, tiene, para mi, algo irrepetible: el momento en el que Ingrid Bergman, tras comprobar que Humphrey Bogart no tiene intención alguna de venderle los salvoconductos que la llevarían a ella y a su marido a los Estados Unidos, le grita a la cara:
-¡Cobarde! ¡Eres un cobarde!
Y, al cabo de un segundo, rectifica, y dice “no, no”, y llora. Pocos instantes de cine muestran, tan a las claras y con tanta brevedad, la irreversibilidad de las palabras que nunca deberían haberse dicho pero sí se pronunciaron, y quedaron y quedarán para siempre escritas sobre el viento.

3 comentarios:

Belle dijo...

Y ese mismo viento volverá a traerlas una y otra vez a nuestra memoria ...

(Me voy a ver Casablanca , confieso que , entera , no la he visto nunca )

Mario Iglesias dijo...

Pues es una suerte.
No sabes cuánto me gustaría poder verla por primera vez

Anónimo dijo...

Es cierto que Casablanca no es ninguna obra maestra pero te encanta por la personalidad de los actores y por la fotografia..Yo la primera vez que la ví no me entusiasmó pero luego en las sucesivas veces que volví a verla terminó gustandome aunque en cuestión de historia de amor me quedo con "Cumbres borrascosas"soy una romantica empedernida que se le va a hacer.