30 de junio de 2018

Filmadrid 2018 (1): Las noches estrelladas



El mismo día de la inauguración del festival Filmadrid, y en la misma sala 1 del Cine Doré en la que tendría lugar la primera proyección de su cuarta edición, se emitió, dos horas antes, Pasión, de Ingmar Bergman. En esta película pudimos escuchar a Max von Sydow dirigirse de esta manera a su pareja, interpretada por Liv Ullman:


La tendencia al aislamiento que determina buena parte de los actos de los protagonistas de Pasión contrasta con el espíritu de la inauguración del festival, que empezó solo viente minutos después de que se cerrase el telón de la película de Bergman. Una inauguración presidida con las calurosas palabras de los responsables del certamen y por la propia película inaugural, The Day After de Hong Sang-soo, en la que un largo plano de su protagonista masculino nos muestra que el aislamiento es, ahora, imposible: 



Una primera visión de estas imágenes nos podría hacer pensar que la tranquilidad del personaje interpretado por Kwon Hae-hyo, leyendo y rodeado de tres pilas de libros que abarrotan el plano, se ve perturbada por la superficialidad de un mensaje en el teléfono que hace que los libros y su contenido, de forma súbita, pierdan sustancia: sería, pues, la derrota del pensamiento frente a la adicción a la pantalla. Otra visión nos situaría en un escenario distinto: los libros no representan (o no solo) conocimiento, sino aislamiento, y el teléfono móvil, en lugar de ser un vehículo de trivialidad, es el dispositivo que conecta al protagonista con el mundo y, en concreto, con la persona a la que quiere. 

En esa tensión entre estas dos percepciones estaría representado el espíritu de la cuarta edición de Filmadrid, en la que el aislamiento depresivo y derrotista, representado por Max von Sydow, sería el mal a evitar, y la conexión con el mundo, que simbolizaría la segunda de las interpretaciones a la que acabamos de aludir a propósito de The Day After, sería el primer paso para cambiar nuestras vidas, tal y como insistía el programador Javier H. Estrada al referirse al foco Endless Nights y al aludir a los aspectos emocionales que circundan, inevitablemente, al festival. 

El problema de sobrecargar los elementos emocionales de un festival es que, por un lado, acaba resultando difícil poner lo cinematográfico en primer plano, y por el otro, la percepción subjetiva del certamen termina por depender de variables demasiado azarosas. 

Hablemos, pues, de lo cinematográfico. 






Lo cinematográfico bien, gracias. La reducción del atractivo mediático del certamen, que en su edición anterior congregó en Madrid a Jonas Mekas, Lav Diaz y Laura Mulvey, entre otros, no fue óbice (o quizá fue la condición necesaria) para que la sección oficial en su conjunto brillase a mayor altura que los años precedentes. La ganadora, Drift de Helena Wittmann, ofrecía una visión novedosa de la distancia y de la pérdida a través de una exacerbación de los elementos ambientales. Tras unas imágenes iniciales luminosas, bien encuadradas, reflejando una armonía cierta aunque quizá precaria entre las dos protagonistas (sus cuerpos nunca están "totalmente" juntos), la película va virando hacia la abstracción conforme el agua del océano se va adueñando del plano, al convertirse en el símbolo de una separación cuya inmensidad es comparable a los kilómetros de distancia que físicamente se imponen entre ellas. Consiguiendo una admirable síntesis entre narratividad y conceptualización, la indudable adecuación de Drift a la mejor idiosincrasia del festival y su muy positiva acogida la convirtieron en una premiada muy poco discutida, aunque mi favorita fuese Also Known as Jihadi, una nueva demostración de la inequívoca asociación de la obra Eric Baudelaire con la figura del cineasta y ex guerrillero japonés Masao Adachi, coautor junto a Koji Wakamatsu (también presente en este festival, a través de Violated Angels, parte del mencionado foco Endless Nights) de la ya lejana Sekigun-PFLP: Sekai senso sengen (1971). Aunque Baudelaire, con gran acierto, evita el anacronismo al adecuar la teoría del paisaje a una estética y un universo plenamente contemporáneos; con una paleta naturalista y eludiendo también cualquier recurso al feísmo, consigue transmitir las huellas del malestar en su lento pero exhaustivo viaje a través de los lugares en los que un joven francés se transforma en un fundamentalista islámico combatiente en la guerra de Siria. El reflejo de las derivadas legales de esta conversión, a través de las actas del juicio, ofrece el necesario contrapunto a ras de tierra que dota de sentido al conjunto de lugares con los que el cineasta refleja este dramático periplo. 




Conviene destacar también una tercera película de la competición, que fue reconocida por el jurado oficial con una mención especial: la mozambiqueña Our Madness, de Joao Viana, cuya hipnótica inmersión en un esquema mentalmente ambiguo a través de una atmósfera llena de ambientes irreales y toques oníricos e inundada de subjetividad la podía haber hecho acreedora, igualmente, del premio principal. 




Fuera de competición, y como acompañamiento a la sesión The Video Essay que por segundo año organizó el festival con la colaboración de Mubi, se emitió La película infinita de Leandro Listorti, una muy sugerente obra de montaje a través de escenas de películas argentinas que no llegaron a estrenarse y que consiguió, a través de una extraña sinfonía de las imágenes (en buena parte responsabilidad de su montador, el realizador colombiano Felipe Guerrero, autor de la notable película de montaje Paraíso -2006-), transmitir una angustia difusa marcada por un silencio que prácticamente solo se rompe por una alocución propagandística de las Juntas Militares sobre la necesidad de la autoridad. El clima de miedo, los gritos intuidos y la noción de peligro consiguen aproximarnos a un terror mudo y hasta al eco de las torturas, con una lámpara balanceándose en el interior de un cuarto lóbrego y oscuro como una de las secuencias más memorables de una obra cuyos méritos a la hora de construir un ambiente tan poderoso y de mostrarnos la cara B de Argentina y de su cine a través de una heterogeneidad tan grande de los materiales de partida hacen que la notable impresión producida por su visionado siga creciendo desde entonces. 




En esa misma sesión la coordinadora del programa audiovisual de Tabakalera y jurado de la competición de Vanguardias de Filmadrid, Lur Olaizola, pronunció en el debate posterior a la emisión de los vídeo-ensayos una de las sentencias más memorables del festival: 
Tu propia cinefilia ha hecho que veas de forma diferente las noches estrelladas.
que rimaron de muy pertinente manera con la vibrante y admirativa presentación que, horas más tarde, llevó a cabo Javier H. Estrada de Violated Angels de Wakamatsu y, finalmente, con las doce horas del sobresaliente curso "Historias de imágenes, cuestiones políticas" que Nicole Brenez impartió en La Casa Encendida: sin duda, la actividad más reseñable y memorable del festival en su conjunto, que merece (y tendrá) capítulo aparte. 

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