Así como a veces es posible elegir los principios, suele ser mucho más difícil poder elegir los finales. Mi primera sesión en el Zinemaldia, en la edición de 2014 y en el Teatro Principal de Donostia, fue para ver el serial de Bruno Dumont P'tit Quinquin: curioso, pensado ahora, que mi debut en un gran festival de cine fuese con una serie producida para televisión, aunque entonces me pareció que dicha clasificación solo obedecía a una servidumbre del director para con sus productores y que, en realidad, su división en capítulos no estaba justificada: se trataba de una obra plenamente cinematográfica y coherente con el resto de la obra de su director, y su posterior estreno en cines me pareció que venía a corroborarlo. Desconozco cuál será la última de mis sesiones en el festival de Donostia, y mi deseo es que esté todavía muy alejada en el tiempo: de poder elegir, sería dentro de muchos años, en plenitud de facultades y con capacidad para disfrutar del cine y del ritmo, a veces maratoniano, de un certamen tan inmersivo y exigente como éste.
29 de octubre de 2019
Zinemaldia 2019 (8): La última película
Así como a veces es posible elegir los principios, suele ser mucho más difícil poder elegir los finales. Mi primera sesión en el Zinemaldia, en la edición de 2014 y en el Teatro Principal de Donostia, fue para ver el serial de Bruno Dumont P'tit Quinquin: curioso, pensado ahora, que mi debut en un gran festival de cine fuese con una serie producida para televisión, aunque entonces me pareció que dicha clasificación solo obedecía a una servidumbre del director para con sus productores y que, en realidad, su división en capítulos no estaba justificada: se trataba de una obra plenamente cinematográfica y coherente con el resto de la obra de su director, y su posterior estreno en cines me pareció que venía a corroborarlo. Desconozco cuál será la última de mis sesiones en el festival de Donostia, y mi deseo es que esté todavía muy alejada en el tiempo: de poder elegir, sería dentro de muchos años, en plenitud de facultades y con capacidad para disfrutar del cine y del ritmo, a veces maratoniano, de un certamen tan inmersivo y exigente como éste.
17 de octubre de 2019
Zinemaldia 2019 (7): Entre el odio y la melancolía
El odio no es más que una forma de conocimiento que en general no aprovechamos por causa de una deficiencia congénita.
Esta sentencia, pronunciada por el narrador de la novela Cerbero son las sombras de Juan José Millás, podría entremezclarse con unos breves versos de Bertolt Brecht:
En los tiempos oscuros / ¿se cantará también entonces? / También entonces se ha de cantar / sobre los tiempos oscurosy, entre unas y otras palabras, nos dejarían una idea aproximada del espíritu de una parte del cine chileno contemporáneo: en particular, el que relata los ecos del golpe de Estado militar encabezado por Augusto Pinochet en septiembre de 1973. El odio, por más que goce de un desprestigio a veces pueril (es casi un lugar común que cualquier programa político se engalane con el adorno de la "lucha contra el odio", como si el problema fuera el sentimiento en sí y no el motivo que lo produce), ha dado en ocasiones buenos frutos cinematográficos sin necesidad de ser destilado o traducido a apariencias más amables: pensemos en la obra de Sam Peckinpah, en la explosión de Elem Klimov en Masacre: ven y mira, o en ciertos aspectos (y no los peores) de las películas de Quentin Tarantino. Dicho en palabras del cineasta japonés Masao Adachi:
El cielo sin el infierno no significa nada.
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12 de octubre de 2019
Zinemaldia 2019 (6): La tragedia oculta en el paisaje
En La cordillera de los sueños, de Patricio Guzmán, el documentalista Pablo Salas afirma:
Un país que da la espalda al 80 por ciento de su territorio no es un país viable.
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6 de octubre de 2019
Zinemaldia 2019 (5): Los restos de la Revolución
En el mismo Zinemaldia en el que se entregó el Premio Donostia al cineasta político por excelencia, Costa Gavras, y en el que se proyectó su creación más reciente, Comportarse como adultos, sobre la malograda lucha de Yanis Varoufakis por la supervivencia del pueblo griego frente a la aberración económica europea (cinematográficamente apreciable, pero alejada del brío de sus obras más rotundas), apareció, refugiada también entre las proyecciones de los premios honoríficos del festival (en este caso, el concedido a Penélope Cruz) La Red Avispa, el ejemplo más contundente y poliédrico de cine político de esta edición del certamen y en la que el antes autor de Carlos y Después de mayo Olivier Assayas demostró que es, quizá, el cineasta más capacitado para coger el testigo del director francogriego y actual responsable de la Cinemateca Francesa, con una ventaja sobre su predecesor: un dominio mayor de los géneros y las formas cinematográficas y de las complejidades políticas. El que el amor al cine de Assayas sea al menos tan grande como su interés por la política y mala acogida (que en absoluto comparto) de La Red Avispa tanto en Donostia como en Venecia convierten esta posibilidad en improbable, pero desde luego capacidad no le falta: sí le falta, por lo que hemos podido comprobar, público.
3 de octubre de 2019
Zinemaldia 2019 (4): Gloria abisal
En una de sus más memorables críticas publicadas en El País, el ahora jefe de exposiciones del CCCB, Jordi Costa, sentenciaba a Machete de Robert Rodríguez como "un recital de virtuosismo basura de alma épica, que alcanza la gloria por el camino de la bastardía". Estas palabras resuenan en el momento de abordar una obra tan mayúscula como Zeroville, de James Franco, a la que sería erróneo calificar con un sintagma tan insuficiente como "un acto de amor al cine" (aunque ese peligro parece lejano: en el momento de escribir este texto, el crítico Charles Bramesco en The Guardian la llama "la peor película de 2019"): su categoría es mucho más esquinada y subversiva, y se acerca a lo que Slavoj Zizek acertó a verbalizar como "lo ridículo sublime".
2 de octubre de 2019
Zinemaldia 2019 (3): La guerra sin cine
En una secuencia de Mientras dure la guerra, la película que Alejandro Amenábar presentó en la Sección Oficial del Festival de Donostia, vemos al protagonista, Miguel de Unamuno, discutir sobre las implicaciones de la Guerra Civil que acaba de estallar con su amigo Salvador, profesor de literatura y, en la medida en la que el chato guion del realizador y de Alejandro Hernández se lo permite, simpatizante de la República. El diálogo entre ambos está marcado por la reciente detención y probable ejecución del habitual tercer miembro de la tertulia, Atilano, un pastor protestante miembro de la masonería, y se lleva a cabo a las afueras de la ciudad de Salamanca, dado que dentro de su casco antiguo ya no se sienten seguros para hablar. Al poco de comenzar la discusión, la cámara se eleva y una música elegante y académica ensordece la secuencia, y ya no volvemos a saber más de la literalidad de la controversia hasta que una elipsis de varias horas nos sitúa en el final de la jornada y el regreso de los dos a la ciudad.
1 de octubre de 2019
Zinemaldia 2019 (2): Los fallos y los premios
El reciente León de Oro concedido por el Festival de Venecia a la película Joker, de Todd Phillips, con un jurado presidido por Lucrecia Martel, ha vuelto a poner de manifiesto (con todas las prevenciones que se deben hacer al desconocer la dinámica de las deliberaciones) la disonancia que tantas veces se produce entre el universo de un cineasta como realizador y sus decisiones al frente de un festival de cine, y del que ha habido ejemplos tan sonoros como el de George Miller premiando Yo, Daniel Blake, de Ken Loach en la edición de 2016 de Cannes o el de Quentin Tarantino otorgando la Palma de Oro a Fahrenheit 9/11 de Michael Moore, doce años antes. Programada en el Zinemaldia el último día de proyecciones bajo el rótulo de "película sorpresa" (noble tradición que convendría recuperar para romper la cuadriculada y nada espontánea dinámica de un festival afrontado siempre desde la más cuidada planificación, pero respetando la integridad de la palabra "sorpresa" y no desvelando su identidad cinco días antes, como se hizo en esta ocasión), Joker no nos transmitió más que la urgencia de una revisión a la baja de toda la filmografía de la directora de Zama y al alza del falso documental I'm Still Here, de Casey Affleck, capaz de marcar a fuego toda la carrera posterior de Joaquin Phoenix y de ilustrar el acierto de esta aseveración de Jonathan Rosenbaum, pronunciada a propósito del cortometraje de Hou Hsiao-Hsien The Son's Big Doll:
Lo que fingimos ser al final se convierte en lo que somos, deberíamos ser muy cuidadosos con ello.
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