Es difícil abordar la cuestión de la Sección Oficial del Zinemaldia y la forma en la que fue recompensada en el palmarés sin repetir expresiones dichas y repetidas en ediciones anteriores: que se trata de un conjunto de películas, pese a las apariencias, sin apenas coherencia entre sí (aunque haya que hacer una excepción con el pequeño pero bien escogido conjunto de producciones españolas), pero que a su vez y paradójicamente al cabo de unos días transmiten una funesta sensación de películas casi indistintas; que las decisiones del jurado son tan desconcertantes que tienen como consecuencia involuntaria que la competición a concurso parezca todavía peor de lo que es; que desconcierta todavía más que siempre tengamos una película estadounidense y otra china que parezcan haber entrado como parte de una extraña "cuota de mayorías" (porque si se entiende la presencia de cuotas en un festival de cine es para dar cabida a minorías, y no a producciones países económicamente más poderosos del mundo)... Y, finalmente, el desconcierto definitivo de que la, en mi opinión, mejor película de la sección oficial, Modelo 77, de Alberto Rodríguez, haya sido trasladada a la categoría "fuera de concurso", algo que ya sucedió, por distintos motivos, con las que creo mejores de la edición de 2021, La hija, de Manuel Martín Cuenca, y de 2019, Zeroville, de James Franco. Así las cosas, siguiendo la dinámica histórica de unos jurados que consideraron en su día que ni Vértigo ni Con la muerte en los talones mereciesen la Concha de Oro (aunque en aquellas ocasiones ningún "fuera de concurso" absurdo o sobrevenido se lo impidiese), esta vez sí les pareció oportuno premiar como "mejor fotografía" la de una docuficción, Pornomelancolía, en la que la mayoría del metraje está ocupado por la filmación de una película porno de bajísimo presupuesto y por scrolleos de la cuenta de Twitter del protagonista; "mejor guion" a A Woman, de Wang Chao, una escasamente talentosa y nada sutil imitación de las películas río que narraban la evolución de China desde la revolución cultural hasta el denguismo, o que los premios de interpretación hayan sido, todos, repartidos a actores de menos de 20 años, y al menos dos de ellos (Paul Kircher y Renata Lerman) muy escasamente dotados para la naturalidad. En medio de todo esto, el vacío para Girasoles silvestres, de Jaime Rosales, Walk Up de Hong Sang-soo, The Wonder de Sebastián Lelio o Suro de Mikel Gurrea que, sin ser obras sobresalientes, sin duda destacaban sobre las realmente galardonadas, con la única excepción de la japonesa A Hundred Flowers, del novelista y debutante en la realización cinematográfica Genki Kawamura, y que se llevó precisamente el premio a la dirección.