20 de marzo de 2006

El triste viaje de Roger Garaudy


Lo que define al ateísmo es la reducción del hecho religioso al hecho humano: son los hombres los que han creado a los dioses.

Es empobrecer al hombre enseñarle que procede de un ser inacabado y que todo procede de él, que toda nuestra historia y su significación se juega en la inteligencia, el corazón y el querer del hombre, y en ninguna otra parte, y que nosotros somos los únicos plenamente responsables, que debemos en cada momento asumir el riesgo, pues a nosotros, ateos, nada nos está prometido y nadie nos espera.
Estas cosas decía Roger Garaudy en sus tiempos de filósofo oficial del Partido Comunista Francés y director del Centro de Estudios e Investigaciones Marxistas, cargos que ocupó durante dos décadas (entre 1950 y 1970) hasta su expulsión, debida a los resabios ortodoxos de los que nunca terminó de librarse el PCF hasta su conversión al credo socialdemócrata, ya en los años 80. Garaudy había sido uno de los principales y más influyentes teóricos del diálogo y la colaboración entre el marxismo y las religiones, primero con el cristianismo y después con el Islam.Su expulsión fue debida a sus declaraciones muy críticas con la intervención soviética en Checoslovaquia, pero antes había desarrollado unas tesis en las que bebió abundamente el comunismo francés, y que fueron englobadas bajo la etiqueta general de humanismo marxista.
Para Garaudy, el marxismo distaba mucho de ser una ideología determinista, economicista o materialista, y puso el acento en los aspectos humanistas de la obra de Marx, en especial en sus escritos de juventud y en determinados aspectos de El Capital y de la Teoría de la plusvalía. Del mismo modo, defendió que la “coexistencia pacífica” entre la Unión Soviética y los Estados Unidos de la época era posible y necesaria, por el hecho fundamental de que ambos países, más allá de cualquier otra consideración, estaban conformados por personas. Contra las tesis de Garaudy, que fueron compartidas o completadas por otros pensadores como Adam Shaff, Ernst Bloch o Erich Fromm, reaccionaron Althusser, Foucault, Deleuze y Guattari, entre otros.
La trayectoria intelectual de Garaudy fuera del PCF tomó unos derroteros más que sorprendentes. Primero acentuó su cristianismo, al que se había convertido tras largas disquisiciones teóricas sobre la necesidad del entendimiento entre las fuerzas revolucionarias y las fuerzas espirituales, y publicó una serie de obras dentro de lo que denominó Proyecto Esperanza, en el que su anterior marxismo fue diluyéndose ante la cada vez mayor importancia de elementos tomados del budismo, hinduismo, taoísmo y las tras religiones monoteístas. Posteriormente, en 1982, anunció su conversión al Islam, adoptando el nombre de Ragaa, y desde esa fecha escribió numerosas obras teóricas desde su última y definitiva militancia, tales como El Islam en Occidente, Los integrismos: ensayo sobre los fundamentalismos en el mundo, ¿Hacia una nueva guerra de religión?, Promesas del Islam o ¿Tenemos necesidad de Dios?.
Garaudy, que vive desde 1987 en Córdoba al frente de una fundación con su nombre encargada de regentar el Museo Torre de la Calahorra y de difundir el legado del Islam español, dio un salto más en su compleja carrera intelectual al publicar en 1996 el ensayo Los mitos fundacionales del Estado de Israel, en el que además de argumentar razonadas y despiadadas críticas al sionismo, tildaba de "mito" el Holocausto judío e incluía citas del historiador británico David Irving, conocido por sus simpatías hitlerianas y al que calificaba como “autor de referencia”.
Esta afirmación le costó a Garaudy un proceso y el 27 de febrero de 1998 fue condenado a seis meses de cárcel y una multa de 240.000 francos por la justicia francesa, por los delitos de “negación de crimen contra la Humanidad” y "difamación racial”. Posteriormente fue recibido por el entonces presidente de Irán, Mohammed Jatami.
Roger Garaudy, que tiene ahora 93 años, está finalizando su extraño viaje, para el que ha querido dejar como testamento intelectual su obra Para un Islam del siglo XXI, de la que dejo una pequeña y casi póstuma muestra.


La trascendencia implica las afirmaciones siguientes:
1. La seguridad de que Dios es único —Tawhid: “Si existieran más dioses que Dios, sería el caos” (Corán: 21-20). Y qué está por encima de toda realidad humana.
2. Que Él es el Creador de todas las cosas y, en consecuencia, que no nos bastamos con nosotros mismos:“El hombre se vuelve un ser impío en cuanto se considera autosuficiente”.(Corán: 96-6,7)
3. De este principio de unidad y de esta conciencia de nuestra ‘dependencia’ del Dios Creador —siendo la autosuficiencia lo contrario de la trascendencia— fluye el tercer aspecto de la fe en la trascendencia: el reconocimiento de los valores absolutos que están por encima de los intereses egoístas de los individuos, de los grupos y de las naciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De niño, el detalle más insignificante era para mí como una escama palpitante de una gran criatura universal. A mi alrededor, la materia constituía una aparición milagrosa, espectacular, que obedecía a algún propósito sobrenatural. Un peñasco, una ola o un roble tomaban ante mí dimensiones épicas. Y yo mismo era obviamente Dios, como espectador original, único y milagroso.