El diario El País ha anunciado un cambio de director. Al parecer, el próximo día 22, Jesús Ceberio dejará el cargo que viene ejerciendo desde 1993 y le dará el relevo a otro profesional del periódico.
Sin duda, se trata de una buena noticia. El País es un diario singular dentro de un panorama mediático, como el español, también singular: no de otro modo se puede calificar aquél en el que no hay ni un solo diario o cadena de radio que pueda calificarse de izquierdas, entendiendo dicha adscripción ideológica como algo más allá de una exagerada identificación con el partido político que dentro del bipartidismo reinante ocupa la posición más progresista. En la ciudad de Madrid, el panorama es más singular si cabe, dado que además del diario al que nos referimos, existen otros tres periódicos identificados plenamente con la derecha, dos de ellos cercanos al legado ultra de El Alcázar, Arriba o Pueblo y el tercero al de los tabloides británicos, con periódicas, obsesivas y oportunistas campañas, por lo general afectas a la teoría de la conspiración y a los intereses del partido más rancio del bipartidismo reinante.
Pues bien, dentro de este percal, El País es un diario que desde su fundación ha hecho denodados esfuerzos por diferenciarse, por sobresalir, por intentar hacer gran periodismo a pesar de ausencia de competencia, tomando como punto de referencia a la prensa democrática europea, buena parte de ésta asentada sobre la legitimidad de la Liberación de 1945, nada menos. Y puede decirse que la labor de sus dos primeros directores, Juan Luis Cebrián y Joaquín Estefanía, colocó a El País en el lugar que correspondía a un gran diario, en un país donde hay, ha habido y habrá mimbres suficientes para llevar a cabo esta tarea. Sin embargo, inopinadamente, en 1993, según los rumores de entonces y en contra de la opinión de Cebrián -que era partidario de nombrar a Javier Valenzuela, entonces corresponsal en Washington y que en los últimos dos años ha ejercido como asesor de Miguel Ángel Moratinos-, el presidente del diario, Jesús de Polanco, situó como director a un hombre de muy bajo perfil -ningún libro publicado, ningún trabajo periodístico digno de recuerdo- con el fin de propiciar un acercamiento del periódico al PP de José María Aznar.
La labor de Ceberio, un hombre de perfil funcionarial y burocrático, se ha notado -para mal- en El País. La expulsión del diario del crítico literario Ignacio Echevarría en 2005, tras haber publicado una dura reseña contra la novela de Bernardo Atxaga El hijo del acordeonista -publicada por Alfaguara, editorial del grupo PRISA y por la que el grupo editor del diario había pagado un importante adelanto- no fue más que una consecuencia lógica del talante y la forma de entender el periodismo del director. Pero este hecho se queda corto ante el que sucedió el pasado 11 de marzo de 2004, donde Ceberio decidó asumir de forma acrítica el concepto de información militarizada con el que tan gustosos venían tragando los otros tres diarios de Madrid y publicó en la primera página de la primera edición tras el atentado en la estación de Atocha una alusión a la (falsa y fuera de toda lógica) autoría de ETA, además de dos artículos terribles, brutales y llenos de odio, de Fernando Savater y Antonio Muñoz Molina. Preguntado más tarde por tan profundo error, Ceberio argumentó que la (falsa) autoría de ETA había sido “confirmada” por Aznar, y que él no podía dudar de la palabra “de un presidente del Gobierno de un país democrático”. Toma ya. ¿Para qué, entonces, sacar un diario a la calle?
Sólo hay un candidato que podría empeorar la labor de Ceberio: Lluís Bassets, actual director adjunto y de perfil semejante al hasta ahora director, con el agravante de que tiene un desaforado gusto por la censura.
El día 22, la solución.
1 comentario:
Serán brutales, pero dicen verdades como puños. Su único pecado fue la imprudencia, afirmar lo que afirmaron antes de confirmar la autoría de la tragedia. Pero bien pudieran haber servido en otros miles de contextos. ¿No es verdad lo que dicen?
No lo creo. Y sin intentar avivar odios, sólo describir una realidad.
No me creo que tú tampoco miraras sin sospecha a algún compañero poco proclive a tus ideas, sospechoso de "reaccionario" por no comulgar con el concepto reinante de "progresismo".
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