31 de enero de 2019

Quince horas y cincuenta minutos



Afrontar el visionado ininterrumpido en una sala de una película de una duración tan inusual como las quince horas y cincuenta minutos de la escuetamente titulada 15 Hours, de Wang Bing, requiere, al menos, la convicción previa de que la obra en cuestión tiene una importancia a la altura de la concentración y del tiempo que exige. En este caso, un elemento que ayudaba a situarse en tal punto de partida era la existencia de Al oeste de los raíles, cuyos monumentales 556 minutos mostraban que el cineasta chino, lejos de intentar adaptarse al tiempo que se suele considerar propio de una obra cinematográfica, decidía, al contrario, o bien desafiarlo e intentar que las reglas del cine se adaptasen a lo que tenía que mostrar, o bien desconocerlo, como si fuese un pionero cuyos pasos iban decidiendo lo que el cine sería después de su singular aportación.