20 de diciembre de 2018

2018: Un aroma a pesadumbre



Antes de iniciar el balance cinematográfico en forma de lista de "lo mejor de 2018", conviene dejar claros los límites de la propuesta: no existe la perspectiva suficiente, faltan muchas películas por ver y siempre es un tanto atrevido hablar del cine más significativo de un año cuando éste ni siquiera ha llegado, del todo, a su término. Pero añado un motivo para hacerlo: las listas siempre resultan útiles, no solo para quien las hace (discriminar y ordenar películas, y discernir los motivos, es, sin duda, intelectualmente interesante), sino para los pocos que las buscan y las leen, en busca de alguna recomendación o de la racionalización que ayude a revalorizar algún visionado aislado y semiolvidado. 

10 de diciembre de 2018

Prosa del Dniéper

Entre 1927 y 1932 se construyó, a orillas del río Dniéper y en la entonces Ucrania soviética, la estación hidroeléctrica más grande de Europa. Los trabajos de edificación quedaron inmortalizados para siempre, con una belleza y un entusiasmo que todavía hoy conmueven, por el cineasta ucraniano Aleksandr Dovzhenko, que estrenó en el mismo año de la finalización de las obras el largometraje Ivan. Ocho años más tarde, el impulsor de esta magna obra, León Trotsky, fue asesinado por orden del gobierno soviético. Al año siguiente, ante el imparable avance del ejército alemán y en cumplimiento de la política de tierra quemada, la presa del Dniéper fue destruida parcialmente por el por el Ejército Rojo; la onda de crecida consiguiente causó entre 20.000 y 100.000 muertos.  Cuatro años después, Dovzhenko fue acusado por Stalin y Lavrenti Beria de "nacionalismo ucraniano" a causa del documental bélico Ucrania en llamas y desde entonces y hasta la fecha de su muerte, en 1956, solo pudo completar una película más, Michurin. En sus diarios, el cineasta definió a la productora Mosfilm, con la que trabajó en su último largometraje, como "campo de concentración". Años después de su muerte, el estudio en el que se le impidió trabajar su última década de vida fue renombrado como Estudios de Cine Dovzhenko; todavía lleva hoy este nombre, por más que su huella en el cine ucraniano contemporáneo (y en el cine de todo el espacio exsoviético) sea, en la práctica, inexistente.