5 de abril de 2006

La leyenda del irlandés

De la abundante bibliografía sobre John Ford disponible en castellano, me gustaría destacar el libro de Scott Eyman Print the legend. La vida y época de John Ford. La filmografía de Ford, definida en esta biografía como “una épica acumulativa de la mitología nacional estadounidense contada por los soldados de a pie”, parece ser el único periplo vital de interés de un hombre aparentemente tan duro y desagradable como pueda serlo un autoritario director de filmes del Oeste. De no haber sido cineasta, no es difícil imaginarlo como un ganadero alcohólico y nostálgico de la Arcadia feliz de una imaginaria y ultracatólica Irlanda en la que nunca vivió y por la que se inventó la falsa historia de que su verdadero nombre era Sean Aloysius O`Fearna.
La intención de Scott Eyman es dejar esa imagen de lado y presentar a otro John Ford, desmontando una serie de tópicos que el propio director de La diligencia se encargó de difundir. Eyman potencia la imagen del artista puro, en el que las películas son sólo la manifestación exterior de una personalidad cerrada, temerosa de mostrar unos sentimientos que siempre guardaba para sus personajes y marcada por un catolicismo férreo, un alcoholismo esporádico pero violento e una lealtad hacia lo que vulgarmente se definiría como “su gente”. Esta fidelidad aparece marcada en menor medida por el afecto que por la dependencia, por el temor o por una suerte de deuda impagable a causa de una imaginaria, o real, primera oportunidad concedida (con John Wayne como paradigma).
La llegada de Ford a Hollywood, gracias a las influencias de su hermano Francis -autor de cine mudo, con más de cien filmes dirigidos entre 1912 y 1928-, fue en 1914, donde dirigió quince películas en su año más prolífico, 1919. A pesar del progresivo aumento del prestigio y de la calidad de los filmes de Ford, el biógrafo remarca que nunca dejó de ser un director fecundo, capaz de realizar entre 1939 y 1941 siete filmes, entre los que se encuentran La diligencia, Las uvas de la ira, Hombres intrépidos y ¡Qué verde era mi valle!, siempre usando una cantidad mínima de metraje y cumpliendo el tiempo pactado con las productoras. Eyman intenta evitar un relato meramente descriptivo de los rodajes y estrenos y asume también el papel de crítico cinematográfico; las valoraciones de los filmes de Ford no son en ningún caso complacientes y no tiene reparo en enmendar parcialmente Escrito bajo el sol y Dos cabalgan juntos y totalmente El fugitivo, Misión de audaces o Siete mujeres.
Print the legend no obvia la innegable carga ideológica de la filmografía fordiana, aunque siempre desde el discutible punto de partida de que Ford era un liberal capaz de apoyar a la izquierda durante la Guerra Civil española, de hacer un filme como Las uvas de la ira o de enfrentarse con Cecil B. DeMille durante el maccarthysmo. En cambio, no le concede excesiva importancia a su relación de total dependencia con John Wayne en la última parte de su filmografía (de la que Eyman culpa a la ruptura con Henry Fonda, que representaba el “sector liberal” de los habituales de Ford), a la utilización para varios filmes de historias de James Warner Bellah -escritor de novelas baratas, definido por su hijo como “un hombre con ideas políticas a la derecha de Atila: un fascista, un racista y un fanático de primera, a quien le disgustaba Hollywood porque creía que estaba lleno de judíos y de vulgares plebeyos"- o a su inequívoco alineamiento a favor de la guerra de Vietnam, consecuencia de su reiterado apego por el estamento militar y redondeado por la última expresión que pronunció en público (“Dios bendiga a Richard Nixon”).
A pesar de estas debilidades, Print the legend desvela no sólo la fachada del “hombre que hacía películas del Oeste”, sino que también llega a la clave de la mitología creada por su obra, de la que es paradigmático el asombroso análisis que hace el espíritu común de Fort Apache y El hombre que mató a Liberty Valance: el de la historia construida sobre la mentira, sobre “los sacrificios realizados, los amores perdidos, las familias rotas, las comunidades enteras disgregadas”.

2 comentarios:

Belle dijo...

Aunque perdida en la montaña y sin conexión a internet , intento siempre que me escapo a algún lugar civilizado pasar por aquí.

Un beso enorme.

PS (Tú y yo habíamos hablado ya de esta peli ¿verdad ? )

Anónimo dijo...

No me gustan las peliculas del Oeste,no puedo evitarlo ,sin embargo "Centauros del desierto" me encanta creo que es una de las mejores del director y ni la nombras.