2 de julio de 2007

El crítico guillotinado

En septiembre de 2004, el crítico literario más destacado con el diario El País, Ignacio Echevarría, publicó una reseña durísima sobre la última novela del escritor vasco Bernardo Atxaga, El hijo del acordeonista. Atxaga es uno de tantos escritores que ha pretendido hacerse con una imagen de oráculo de la nación construyendo narraciones de escasos méritos literarios, pero impregnándolas de un populismo de baratija y aderezándolas con unas declaraciones públicas lo suficientemente poéticas como para no decir nada que tenga verdadera sustancia, pero que suene profundo. "El poder de las palabras", "La nieve en el horizonte", "La grandeza de vivir". Es decir: bolas de nieve fritas. La crítica de Echevarría ponía a la novela y al escritor en su sitio, y ofrecía una sencilla muestra de cuál es la función de los críticos literarios. O cuál era, al menos, mientras existía algo semejante a la crítica literaria, con todas las limitaciones que pueda tener su ejercicio en un suplemento cultural de periódico generalista: y se trataba, en definitiva, de separar el grano de la paja. Buscar, entre los miles de libros que se publican anualmente, cuanto pueda haber de gran literatura, y pasearla a hombros; y también, por supuesto, buscar cuanto pueda haber de impostura, de ausencia de ambición artística, de lugares comunes y de fraudulenta ocupación del espacio público, y poner énfasis en ello. Porque si, en el actual estado de cosas, no parece que goce de demasiado prestigio la lectura de obras que puedan conmover y agitar al lector, hacerle custionarse las opciones morales que da por supuestas y asume como definitivas, y lo empujen, como mínimo, hacia una indefinida incertidumbre, no como camino previo hacia nuevas verdades, sino, como decía Boaventura de Sousa Santos, a considerar que

la ignorancia no tiene por qué ser el punto de partida, puede ser también el punto de llegada.

sería necesario que quienes sí están dipuestos a ello pudiesen acudir a alguna instancia. Y no se trata de una instancia que recomiende leer a Musil, Eliot, Nabokov, Faulkner, Kafka y Dostoyevski. Los autores canónicos están ahí, y quien tenga un mínimo de curiosidad sabe sus nombres, conoce algunos de sus títulos y es posible que haya leído buena parte de su obra y diversas interpretaciones sobre la misma. Tal instancia es necesaria, pues, para que a un lector ambicioso sepa a qué atenerse con los autores que desconoce, que no ha leído, que no están consagrados o que hasta ahora no han despertado su interés. Yo quisiera saber, por ejemplo, si merece la pena leer a Alicia Giménez Bartlett, a Juan Madrid, a Jonathan Franzen, a Cid Cabido o a Horacio Castellanos Moya. Desconozco si sus obras me aportarán algo, y para ello necesito a los críticos. No entiendo a la cantidad de reseñistas, de Francisco Rico a Xosé Carlos Caneiro, que aseguran: sólo hablo de lo que me gusta. Sólo escribo de autores a los que admiro. No hablaré mal de ningún autor, y si su novela no me ha gustado, me callo. ¿Por qué? "Por elegancia", dice Caneiro. Pues mala elegancia ésa que se calla lo esencial. Lo esencial para un crítico es saber hundir un libro cuando hay que hundirlo, más que nada por respeto a un lector que quiere saber a qué atenerse.
Eso es lo que hacía Ignacio Echevarría. Sin embargo, resultó que su crítica no gustó a la dirección de El País, que desde entonces bloqueó sus colaboraciones y, al cabo de dos meses, le obligó a abandonar el diario. Hubo un gran revuelo en Internet, pero lo cierto es que Echevarría no ha vuelto a publicar una línea en la prensa española. El espacio literario se reserva ahora a gentes de escasa valía, discurso ridículo y desaforado afán de notoriedad, como Sánchez Dragó y sus Jodorowskis, Ángela Vallvey, Juan Manuel de Prada...


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que le hicieron a Echevarría es pura y simple censura. Una vergüenza absoluta.

El resto de articulistas y críticos de El País apoyaron a Echevarría, en su mayor parte, no se nos olvide:

Escritores, críticos y editores
[Cartas al director (El País, 18/12/2004)]

“Por la presente, algunos críticos, redactores, lectores y colaboradores de El País queremos expresar nuestra preocupación por el daño que ha sufrido la credibilidad del periódico a raíz de la carta abierta que, el crítico de Babelia y colaborador de la sección de cultura del diario, Ignacio Echevarría dirigió, el pasado nueve de diciembre, a Lluís Bassets, director adjunto de El País, en la que se denunciaba la represalia y la censura de las que ha sido objeto por ejercer la crítica literaria tal y como venía haciéndolo desde hace catorce años en esas mismas páginas.
Igualmente, queremos manifestar nuestra preocupación por la posibilidad del futuro ejercicio libre de la crítica en las páginas de El País.”

Rafael Conte
Mario Vargas Llosa
Rafael Sánchez Ferlosio
Juan Marsé
Eduardo Mendoza
Félix de Azúa
Javier Marías
Fernando Savater
Javier Cercas
¡lvaro Pombo
Vicente Todolí
Francisco Rico
Victoria Camps
Ana María Moix
Ray Loriga
Rodolfo Fogwill
Agustín Díaz Yanes
Jordi Llovet
Jorge Herralde
Manuel Borja Villel
Manuel de Lope
Juan Bonilla
Hans Meinke
Chantal Maillard
Belén Gopegui
Juan Villoro
Marcos Giralt Torrente
Claudio López de Lamadrid
Esther Tusquets
Rafael Gumucio
Nora Catelli
Luis Magrinyá
Luis Antonio de Villena
Jordi Virallonga
Antonio Ortega
Enrique Lynch
Angel Luis Prieto de Paula
Luis Fernando Moreno Claros
Toni Berini
Constantino Bértolo
Amador Fernández-Savater
Edgardo Dobry
¡ngela Molina
Rodrigo Fresán
Javier Rodríguez Marcos
Anatxu Zabalbeascoa
Jordi Ibáñez Fanés
Antoni García Porta
Ernesto Hernández
Adán Méndez Rozas
Silvia Alexandrowithch
Horacio Castellanos
Jorge Fernández Guerra
Félix Romeo
Leonardo Valencia
Guillem Martínez
Arcadi Espada
Isaac Rosa
Elsa Fernández-Santos
Carlos Boyero
Julián Rodríguez
José Manuel de Prada
Germán Sierra
María S. Martín Barranco
Gonzalo Hidalgo Bayal
Abel H. Pozuelo
Eloy Fernández Porta
Jordi Doce
Peio Hernández Riano
José Luis García Martín
Marcos Ordóñez
Francisco Solano
Cecilia Dreymüller
Mercedes Cebrián
Joan Fontcuberta
VicenÁ Altaió
Juli Capella
Mercedes Casanovas
Efraim Medina Reyes
Valeria Bergalli
Antonio José Domínguez
Manuel Fernández-Cuesta
Mario Iglesias González
Antonio Ezpeleta Pérez
Miguel Martínez-Lage
Marta Pesarrodona
Francesca Llopis
Pep Agut
Colita
José Luis Guerín
Roberto Brodsky
Dante Liano
Antonio Ansón
Chiara Arroyo
Ismael Grasa
José Luis Pardo
Félix Ovejero
Isidoro Reguera
Ana Becciu
Aurelio Major
Valerie Miles

Mario Iglesias dijo...

Tuve el curioso honor de firmar esa carta (digo curioso porque me sonroja un poco ver mi nombre entre escritores y críticos de primer nivel), aunque me pareció excesivamente blanda. Sólo se expresaba "preocupación", y en ningún caso había una denuncia directa.
En todo caso, al menos algo se hizo. No cayó en saco roto y hoy Echevarría no es un ser anónimo: sigue con su más que apreciable labor como albacea literario de Roberto Bolaño, publica de vez en cuando en "El Mercurio" de Chile, prepara las obras completas de Nicanor Parra...

Anónimo dijo...

Anda, ¿y quién eres de la lista? No nos dejes en ascuas... Saludos

Mario Iglesias dijo...

A ver, Anónimo, no es muy coherente pedir mi nombre llamándote Anónimo. En todo caso te puedo asegurar que no soy escritor, ni cineasta, ni crítico reconocido. Sólo soy un anónimo más.

Rain en ZQ. dijo...

Este post llega a mí, pasado un tiempo.
Haciendo una analogía con las críticas a los blogs de comentaristas a autores/as de blogs, creo que la ferocidad puede ser contraproducente. Porque en los blogs se está generalmente
en tránsito

y bien, este posts es iluminador en cuanto a la crítica de libros. Lo que atendí entre los puntos fue que el escritor de El hijo del acordeonista tiene una actitud bastante autocomplaciente. Ese punto ya es de por sí, previsor. Si un escritor se solaza en sus laureles, se mareará y no será duro consigo mismo.

Por otra parte la censura es peligrosa. Ataja las miradas inteligentes.
Si el crítico Echevarría se ha ido más por el lado emocional, serían ingenuos los lectores que no lo noten. Lo que veo en su crítica es indignación, análisis, exposición dura.

Un salute, Perzival.

P.D.- Después de leer una crítica como la de Echevarría, uno opta por no leer al autor criticado, en muchos casos. Me pregunto si eso no es dilapidador. En fin, sigo pensando en este hecho y sus sucedáneos.

Mario Iglesias dijo...

Tienes razón: tras la crítica de Echevarría y su posterior expulsión de El País, decidí no volver a leer a Atxaga. ¿Dilapidador? Tengo a tantos autores esperando...

Anónimo dijo...

He llegado hasta aquí buscando una foto de una guillotina, y dejo aquí mi comentario sabiendo que con toda probabilidad nunca sabré si ha sido leído o contestado, puesto que como he entrado, saldré, y dudo que vuelva si no es por casualidad. No por nada, sino porque tengo muchos otros blogs esperando. Y esto tiene algo de sarcasmo, pero con una sonrisa.
Con respecto al asunto, el escritor que más me gusta es sin duda Javier Marías, quien, como dijo Eduardo Mendoza, hace 20 años que es el mejor en este país. Ahora bien, yo leí Obabakoak, de Atxaga, y pasé un rato muy agradable y aprendí cosas. No me pareció entonces digno de pasar a la historia como uno de los diez mejores escritores españoles del siglo, ni me importó, y no soy de los que critican El código Da Vinci sin haberlo leído, si alguien me comprende. Me parece muy bien que todos esos escritores, editores y críticos apoyen a ese crítico que ha sido censurado, claro que sí. Y me parece bien que se hagan críticas duras cuando un libro es malo, y no me importa que nadie se meta con un tipo que asegura haber escrito una bazofia como Nocilla Dream en 20 días, si alguien sabe de quién hablo. Pero siempre mediante argumentos filológicos y con respeto a la labor, al esfuerzo y a los sentimientos del criticado. No creo que Atxaga sea un caradura que merezca una crítica tan destructiva. Me preocupa que haya sido humillado de semejante forma indirecta por todos esos colegas, incluyendo a Marías. ¿Cómo debió sentirse? ¿Alguien lo ha pensado? ¿A alguien le importa? Si es malo, que lo decidan los lectores. Que no lo compren y seguro que no se le publica otro libro. Cuidado con los críticos, y cuidado con los lectores que se fían demasiado de los críticos, y cuidado con los editores (que son empresarios), y cuidado con los muchos tipos de censura, y cuidado con los medios de comunicación. Todo esto da que pensar. Al menos a mí. No me parece un asunto sencillo.
Como no quiero opinar desde el anonimato, cincoporcuatro@yahoo.es.
Un saludo.