24 de noviembre de 2007

Planos fijos


En ocasiones, la coherencia estética de una película es tal que ya desde los mismos títulos de crédito iniciales sabemos la clase de obra con la que nos vamos a encontrar. Es lo que sucede en La soledad, de Jaime Rosales, que ya desde el fondo negro inicial nos muestra una sobria pantalla partida verticalmente en dos.
Toda la película se compone de planos fijos partidos en dos, tan rígidamente fijos que parece que alguien haya amarrado la cámara al suelo con silicona o con cemento rápido o que Yasujiro Ozu haya resucitado por unas semanas para realizar Madrid monogatari, esa película que siempre quiso rodar en Occidente. O, sencillamente (y mucho más probablemente), tal vez l
a explicación sea que Jaime Rosales, un cineasta español formado cinematográficamente en Cuba y que se gana la vida trabajando en el sector inmobiliario, es algo más que un director de películas en un país en el que decenas de infumables manufacturadores de imágenes han convertido la expresión “cine español” en algo, como mínimo, de dudoso gusto.
En La soledad vemos cómo se nos van mostrando, sin énfasis alguno, pequeños fragmentos de la realidad contemporánea hasta conformar un asfixiante cuadro del tedio cotidiano en el cual dos pequeñas tragedias, de m
odo muy semejante a como sucedía en la novela El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, ponen al descubierto la fragilidad de unas vidas tan alejadas de cualquier estado de felicidad o de satisfacción como rebosantes de aparente intrascendencia. Y digo aparente porque, mientras los personajes van cubriendo el expediente con un monocorde “pasar el rato”, se enfrentan a cuestiones tan decisivas como la separación de una pareja con un hijo de por medio, el cáncer, el odio entre hermanos, el traumático traslado del campo a la ciudad, el aislamiento de un padre mayor y viudo, las mezquindades familiares, los trabajos permanentemente insatisfactorios, incómodos y mal pagados, un atentado inesperado en un transporte público, la pérdida de un hijo pequeño… y, sobrevolando por encima de todo ello, la carencia de cualquier vínculo comunitario: en definitiva, un aislamiento radical.
Con este documento excepcional del estado de cosas en una ciudad como Madrid, en un país tan satisfecho de sí mismo como España, Jaime Rosales nos muestra unas vidas dolorosamente familiares y sombrías, cuya única salvación parece estar en el fugaz reconocimiento de pequeños detalles: un pequeño cuadro horrible, una camarera que ayer atendía y hoy no está,…
Sabiendo que Jaime Rosales no se dedica profesionalmente al cine, no resulta fácil prever hasta dónde podrá llegar su filmografía, pero si hay alguna certidumbre después de ver La soledad es que nos hallamos ante un artista a la altura de los más importantes cineastas del mundo.

4 comentarios:

poliptoton dijo...

Nunca coincidimos, ¿eh? ;)
Bueno, ya digo que es un poco irracional mi manía hacia esta película, la cual reconozco que no tengo muy fresca en la memoria.
Lo mismo me pasa con "Kramer contra Kramer", que logró el ninguneo de "Apocalypse Now".

Rain dijo...

Un cineasta realista. La entrevista lo ilustra. Apenas sea posible, veré el film.

Imagino que hacer una película que aborde realidades que vemos a diario, debe ser un desafío: porque se trata de captar el interés del espectador, de
adentrarlo en un imaginario que vive y que en el ecran le muestra intersticios, ángulos..

Salutes, Perzival.

Arkturo dijo...

La Soledad

Es de ese cine que siempre me hace activar mi mente, yo soy un fan de los trailers, tengo un sexto sentido para detectar si hay en resumen o en fragmento algo bueno en la cinta que recalcar. y viendo, que el producto de tal obra no está radicado totalmetne en el cine, es bastante bueno el producto que hace...

las secuencuas son impresionantes!

Anónimo dijo...

Se ha llevado 3 Goyas, uno a la mejor película.