¿Es posible una comedia sobre el
nazismo? Pregunta trascendental que se hacen los personajes de Ser o no ser, de Ernst Lubitsch; se hace la propia obra
desde el título y nos hacemos hoy nosotros, setenta años después de su rodaje. Y
la respuesta tiene que ser matizada: es posible una comedia sobre el nazismo,
sí, pero su efectividad como comedia va pareja a su ineficacia como película
antinazi y como reflejo del momento histórico en que se realizó. Lubitsch,
judío y alemán, no era, al contrario que Fritz Lang, Otto Preminger o Douglas
Sirk, un exiliado del nazismo; su emigración a Hollywood data de 1923 y las
implicaciones políticas explícitas de sus obras siempre fueron muy escasas, más
allá del anticomunismo superficial de Ninotschka.
Pero la estigmatización que los nazis hicieron de su figura en el brutal
panfleto antisemita El judío eterno,
apoyándose en la figura arquetípica del judío que representó Lubitsch en sus
primeros papeles como actor, parece que exigían una respuesta del cineasta, y Ser o no ser es la plasmación.
Con una gran economía de medios, Ser o no ser tiene la habilidad de
describir de forma rápida y efectiva aspectos como la invasión de Polonia (bastan
dos planos con unos pocos rostros llenos de lágrimas al paso de los soldados
alemanes para hacernos llegar el sentir del pueblo polaco) o la complejidad de
la misión secreta que lleva a cabo Sobinski, el militar interpretado por Robert
Stack (un plano de una falsa suela de zapato abriéndose nos ahorra lo que
podría haber sido una trama completa de película de espionaje). Del mismo modo,
la sutileza de la puesta en escena lubitschiana produce una de las mejores
secuencias cómicas de su carrera, gracias al juego de bigotes falsos entre el
falso profesor Siletski y el verdadero cadáver, en una demostración de temple y
sangre fría del egocéntrico Joseph Tura (Jack Benny) que resulta un auténtico
homenaje al oficio de actor: no es difícil llegar a dudar sobre quién está
interpretando a cada uno, del mismo modo que también nos cuestionamos si el
coronel nazi Ehrhardt está imitando al actor Tura en sus chanzas acerca del
sobrenombre Campo de Concentración
Ehrhardt o es al revés.
Sin embargo, Lubitsch parece no
poder evitar que su estilo esté por encima del contenido antinazi de la
película, y una insinuación sutil de
adulterio entre Maria Tura (Carole Lombard) y el militar Sobinski se cuela como
marca de fábrica. El discurso político se queda en un nivel muy primario y la
única objeción de peso contra el nazismo que verbaliza un personaje es el
“derecho a no querer ser felices” que reivindica Maria ante las atenciones del
colaboracionista profesor Siletski. Si bien está muy clara la toma de partido
de la obra a favor de la resistencia y refleja un aspecto tan clave como la
incapacidad de los criminales nazis para asumir las responsabilidades de sus
actos (Ehrhardt siempre achaca sus fallos a su ayudante Schultz, prefigurando
cuál será la línea de defensa de sus compañeros de partido en el proceso de
Nurenberg), la misma voz en off parece minusvalorar la lucha de los
protagonistas al afirmar que la verdadera batalla se está llevando a cabo en
Inglaterra, y la centralidad de la película se acaba trasladando al lío de egos
entre Joseph y Maria Tura y el intruso Sobinski.
La inadecuación entre forma y
fondo de Ser o no ser contrasta con
el hecho de que, a resultas de los acontecimientos de los años 40, Yasujiro Ozu fuese
capaz de salirse de su habitual templanza para rodar las duras escenas de Una gallina en el viento; Fritz Lang, de colaborar
con alguien tan alejado de sus intereses estéticos como Bertolt Brecht para realizar
una obra maestra como Los verdugos
también mueren y Jean Renoir, de conseguir emocionarnos haciendo leer a
Charles Laughton la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano en Esta tierra es mía. Lubitsch
intentó también salir de sí mismo y ponerse al servicio de una causa, pero
solamente consiguió mostrarnos los límites de su estilo o, lo que es lo mismo,
los límites de la sofisticación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario