Alexander Kluge dedicó en 2008 un largo documental de nueve horas de duración al proyecto, fallido, de Sergei Eisenstein de adaptar al cine El capital de Karl Marx. La dificultad de trasladar, no ya una novela (empresa compleja de por sí cuando la entidad literaria del original parece pedir una entidad cinematográficamente equivalente, a riesgo de frustrar a la parte del público cuyo principal criterio de valoración son los valores literarios -lo que se suele resumir con la sentencia "a mí lo que me importa es el guion"-), sino un ensayo de tan hondo calado, sirve de excusa para que Kluge bucee por los avatares del cineasta soviético a la hora de enfrentarse a un propósito destinado al fracaso por el nada propicio contexto al que la historia del cine y la de su país, la URSS, condenaban su ambiciosa idea. Podemos decir que la inclinación del director de Noticias de la antigüedad ideológica a la chanza y al humor absurdo acaban lastrando, que no malogrando, el resultado final de este largo intento de ensayo cinematográfico.
Con mucha más discreción, el cineasta estadounidense John Gianvito acometió otro proyecto de difícil concreción: trasladar a la pantalla el didáctico y apabullante libro de divulgación A People's History of the United States (traducido al castellano como La otra historia de los Estados Unidos), del fallecido historiador y activista Howard Zinn, en el cual hace un recorrido por los accidentados y muy polémicos avatares de la superpotencia desde su mismo nacimiento como estado independiente, mostrando cómo el afán desmedido de lucro ha ido marcado a sangre y fuego su desdichada historia, repleta de indignidades y crímenes. La emoción que surge del libro no se basa solo en su notable brillantez literaria, sino en el heterodoxo punto de vista desde que el que está contado y al que el propio título original alude con el colectivo "pueblo": las víctimas, en cada caso, de la situación del momento: los esclavos negros, los indígenas, los socialistas, los pacifistas. Especialmente memorable es la reconstrucción del siglo XIX, a través de todos los acuerdos políticos que van dando forma y legalidad a un genocidio de los más prístinos que se han cometido en la historia.
Partiendo de una base tan potente, Profit Motive and the Whispering Wind (2007) acierta plenamente al trasladarlo a la pantalla desde la humildad, sin pretender hacer una detallada plasmación de un denso y grueso libro, lo que probablemente lo colocaría ante el callejón sin salida de unos datos históricos cuya amplitud y detalle exigirían un largometraje de varias horas de duración. En sólo 58 minutos, la cámara se limita a filmar tumbas y bosques; por un lado, los monumentos mortuorios y carteles de matanzas que dan fe de las vidas segadas y las luchas que les dieron forma y, por otro, los bosques parecen susurrar ese murmullo del que nos habla el título, alusión a la huella histórica que dejaron los imprescindibles y, en muchos casos, olvidados personajes.
La capacidad de evocación de estos planos fijos es extraordinaria y nos hace reflexionar sobre lo que significa hablar de vidas útiles o inútiles, huellas reales o imaginarias que podemos dejar a nuestra marcha del mundo. ¿Qué poseen las hierbas y los árboles, mecidos por el viento y que tan atentamente capta la cámara de Gianvito, para hacernos llegar de forma tan poderosa una parte de lo que significaron unas luchas tan memorables y, a su vez, tan olvidadas por una Historia tan poco dada a hacer justicia a los vencidos? ¿Posee aquí Gianvito la capacidad de hacer póstumamente ganar a quienes lo merecían, y perder a los villanos que pasaron con letras de oro a los anales? Viendo Profit Motive and the Whispering Wind podemos dejar de lado el pesimismo histórico y considerar que todas las luchas dejan huella, que la siembra de una batalla perdida podrá arraigar en la siguiente y que las palabras de Tupac Katari antes de morir descuartizado
Volveré y seré millones
son algo más que un arrebato poético arraigado en la cultura popular.
Quizá la escasa fortuna del mediometraje del que hablamos venga a cuestionar todas estas elucubraciones, y tengamos que convenir que la realidad histórica es mucho más prosaica. El pesimismo de la razón es demasiado poderoso como para ser doblegado de forma nítida, pero el mérito de Gianvito, al hacernos creer durante un tiempo lo contrario, es conseguir lo que toda obra de arte merece: convertir lo improbable en probable, lo impensable en pensable, y hacernos volar sobre un mundo que tal vez nunca nos perteneció.
1 comentario:
Anotados quedan. Gracias
Publicar un comentario