24 de marzo de 2019

El cine antes del siglo del cine


El siglo XX empieza, según Eric Hobsbawm, en 1917, con la Revolución Rusa; según algunos otros historiadores, en 1914, con la I Guerra Mundial. Siguiendo cualquiera de estas dos tesis, no había empezado todavía en 1913, cuando el cineasta ruso (y futuro cineasta francés de animación) Wladyslaw Starewicz dirige la insólita película -quizá, de terror- Noch pered Rozhdestvom (que podría traducirse como Nochebuena), en la que su protagonista colecciona amantes y los va escondiendo en un saco, amontonados unos sobre otros, como si fueran patatas, pero el primero de ellos, el más genuino y quizá el mejor, es el diablo.

Por lo tanto, Nochebuena es una película rusa antes del cine soviético, y es también cine antes del siglo del cine, y es cine zarista bajo Nicolás II: pese a que no es en absoluto descabellado afirmar que existe un año cero en la cinematografía de aquel(llos) país(es) con la llegada de los bolcheviques al poder,  también existieron películas memorables durante el zarismo, pero casi siempre -no podía ser de otra forma- en su contra. Bajo el zarismo conformó su carrera un cineasta tan destacado como Yevgeni Bauer, fallecido en 1917 por causas que poco tenían que ver con las convulsiones revolucionarias (una caída agravada por una neumonía), no sin antes llevar a las pantallas una obra tan históricamente singular como El revolucionario, de propaganda de las tesis mencheviques,  y también en aquella época empezó a dirigir Yakov Protazanov, que dio forma a obras tan interesantes como La partida de un gran hombre (1912), sobre los últimos días de vida de Tolstoi (de su interés da fe el hecho de que la familia del escritor intentase prohibir su circulación), o como el drama sobre la ludopatía La reina de picas (1916); tras la revolución, Protazanov se exilió y le dio tiempo a dirigir en Francia un puñado de largometrajes, convertido en Jacob Protozanoff, pero, de forma inopinada, volvió en 1923 a la ahora Unión Soviética y realizó Aelita, de éxito tan resonante que hasta conoció, ochenta y cuatro años después, una edición en DVD en España, a cargo de Divisa y de su benemérita colección Orígenes del Cine.

Volviendo a 1913 y a Starewicz, en Nochebuena vemos cómo el diablo coge la luna con sus manos y la baja del cielo, como prometerán hacer y no harán algunos torpes personajes masculinos años después (entre ellos, James Stewart en ¡Qué bello es vivir!):









En el mismo 1913, antes del matadero de la I Guerra Mundial que lo cambiará todo, Victor Sjöström dirige el grandioso y arrebatado melodrama Ingeborg Holm; el citado Yevgeni Bauer lleva a las pantallas la notable Las tinieblas del alma de una mujer; Alice Guy realiza uno de los más preclaros antecedentes de la screwball comedy, Matrimony's Speed Limit; D.W. Griffith estrena un western (La batalla de Elderbush Gulchque parece un primer esbozo del estilo y la temática de la obra que le dará fama mundial; el futuro director de El Golem y más futuro todavía coprotagonista del ultranacionalista biopic de Federico el Grande que dirige Veit Harlan con el hijo perdido de Douglas Sirk en el reparto, Paul Wegener, junto a Stellan Rye, termina su primer largometraje, El estudiante de Praga; y, por último, pero no menos importante, Lois Weber compone una obra tan poliédrica como Suspense, en la que en apenas 10 minutos es capaz de anticipar, entre otras cosas, las imágenes más recordadas de El resplandor de Stanley Kubrick:







o de romper la cuarta pared: 



o de atreverse con la profundidad de campo (aunque no se aprecie todo lo bien que debería por la deficiente calidad de la copia, a la izquierda del poste y a lo lejos hay un segundo coche persiguiendo al que vemos en primer plano), 



o, en fin, de partir un plano en tres: 



Si todo esto sucedía hace 106 años, hace algunos menos (27, en 1992) el cineasta armenio Artavazd Pelechian, en conversación con Jean-Luc Godard, dejó estas palabras para la historia: 
Se dice habitualmente que el cine es una síntesis de otras artes, y yo pienso que es falso. Para mí, el cine es anterior a la torre de Babel, anterior a la división en diferentes lenguas. Por razones técnicas, apareció más tarde que las otras artes, pero por naturaleza, les precede.

3 comentarios:

Roberto Amaba dijo...

Gran texto, Mario,

La lectura me ha traído a la memoria una peliculita de Alice Guy con unos encuadres maravillosos. Una de las que más me gustan de su filmografía y de todo ese año 1912: https://www.youtube.com/watch?v=9WSld4iEs04 Ese cruce entre lo masculino presoviético, doblemente tiranizado, y el ideal americano filmado, protagonizado y romantizado (no tanto como cabría esperar) por una mujer. Cabría mirarlo como una de las cumbres de los filmes educativos o moralizantes de 1907-1917 aprox.

Un saludo.

Mario Iglesias dijo...

Gracias, Roberto.

La película que comentas, casualmente, la vi hace apenas dos meses, tras un peinado por la red de "obras pendientes de Alice Guy" y, sí, sin duda encajaría bien en un muy amplio ciclo de "cine presoviético" (no solo moralizante). Viéndola ahora de nuevo, me quedo con un plano (de 3:38 a 3:49) del matrimonio subiendo esas escaleras, tan identificables con ciertas ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, con el cartel del restaurante en cirílico detrás y, más al fondo, otro cartel en hebreo (¿o yiddish?).

Un saludo.

Roberto Amaba dijo...

Ahora no recuerdo si se mencionaba, creo que no, pero a la pareja siempre la identifiqué como armenios. Por fechas, diáspora y aspecto cuadraba. Ese plano de las escaleras neoyorquinas parecía de Griffith o Ince. Es muy curiosa esa iconografía de las escaleras porque es, en rigor, una escenografía, un miniteatro. Aquí la filmaba en oblicuo, tendrían que pasar sesenta años para que Coppola las filmara como un tableau silente jajaja

Un saludo.