Entre 1927 y 1932 se construyó, a orillas del río Dniéper y en la entonces Ucrania soviética, la estación hidroeléctrica más grande de Europa. Los trabajos de edificación quedaron inmortalizados para siempre, con una belleza y un entusiasmo que todavía hoy conmueven, por el cineasta ucraniano Aleksandr Dovzhenko, que estrenó en el mismo año de la finalización de las obras el largometraje Ivan. Ocho años más tarde, el impulsor de esta magna obra, León Trotsky, fue asesinado por orden del gobierno soviético. Al año siguiente, ante el imparable avance del ejército alemán y en cumplimiento de la política de tierra quemada, la presa del Dniéper fue destruida parcialmente por el por el Ejército Rojo; la onda de crecida consiguiente causó entre 20.000 y 100.000 muertos. Cuatro años después, Dovzhenko fue acusado por Stalin y Lavrenti Beria de "nacionalismo ucraniano" a causa del documental bélico Ucrania en llamas y desde entonces y hasta la fecha de su muerte, en 1956, solo pudo completar una película más, Michurin. En sus diarios, el cineasta definió a la productora Mosfilm, con la que trabajó en su último largometraje, como "campo de concentración". Años después de su muerte, el estudio en el que se le impidió trabajar su última década de vida fue renombrado como Estudios de Cine Dovzhenko; todavía lleva hoy este nombre, por más que su huella en el cine ucraniano contemporáneo (y en el cine de todo el espacio exsoviético) sea, en la práctica, inexistente.
La Central Hidroeléctrica del Dniéper fue reconstruida y hoy es publicitada, sobre todo, como un reclamo turístico. La Unión Soviética, como es bien sabido, dejó de existir en 1991, dando paso a una pléyade de repúblicas: entre ellas, Ucrania, que tiene hoy en la presidencia de su Parlamento al neonazi Andriy Parubiy y al Partido Comunista, proscrito. Dovzhenko, que en su día dejó escrito
La gota de rocío puede ser ella sola el espejo en el que se refleje el mundo y la sociedad entera
fue definido por Georges Sadoul en su Diccionario del Cine de 1977 como "el poeta épico más importante que jamás haya producido el cine". Sin embargo, la medida de su olvido, por más que sea citado en sus manuales, la marcan los 21 años que han pasado desde que la Filmoteca España le dedicó su último ciclo.
Tras su visita a la URSS de 1925, el periodista catalán Josep Pla escribió:
Es probable que a distancia la revolución rusa no quede más que como un fantástico cambio de personal y como una inversión del significado verbal de las palabras. Si esto llega, el calor de incubación de algo nuevo que se ha producido en este país -a pesar de todas las calamidades- será difícil que se repita.
Más de medio siglo antes, el inspirador de la revolución, Karl Marx, dejó anotado:
Del mismo modo que no se juzga a un individuo por la idea que él se forma de sí mismo, de igual suerte no puede juzgarse a una época de transformación por la conciencia que ella tiene de sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario