(Por Daniel Reigosa)
De las múltiples películas mudas realizadas por Mikio Naruse, tan solo cinco se han conservado con el tiempo, todas ellas recogidas en el DVD Silent Naruse dentro de las Eclipse Series publicadas por The Criterion Collection, todavía sin edición en España. La hija adoptiva es, por tanto, la segunda de estas cinco películas, que suponen un importante testimonio de los inicios de este imprescindible director.
Naruse vuelve a demostrar en este film un estilo estético atrevido, algo que será común en su primera etapa como realizador, caracterizado por las experimentaciones en el montaje y los acercamientos y giros bruscos de cámara –que hacen las veces de improvisados zooms- para hacer hincapié en as escenas más dramáticas. El poder dinámico de la cámara está siempre omnipresente, como ya demuestra su escena inicial, súbita y desconcertante: mientras que en los intertítulos se puede leer “¡Al ladrón!”, se ve al supuesto ratero escapando de la multitud -en un montaje intencionadamente confuso- pero que no tarda en revelarse como un perfecto timo entre el chico y un cómplice al que descubrimos al final (ver vídeo a continuación). Sin duda una manera extraña de presentar a dos personaje que se revelarán con posterioridad secundarios en la trama, pero que también supone una forma inmejorable de poner en antecedente la condición tramposa de ambos. Este recurso servirá para profundizar en el personaje de la hermana del cómplice, Tamae, una actriz de Hollywood que vuelve a casa tras haber cosechado fama internacional, la cual no pondrá en discusión sus pérfidos métodos.
Tras esta escena el tono se vuelve aparentemente ligero, pero poco a poco se va revelando un drama de una cierta complejidad, que plantea la difícil cuestión de la maternidad biológica frente a la adoptiva. Naruse situa la acción principal en el seno de una familia de clase media-baja, encabezada por el matrimonio formado entre Shunsaku y Masako, en la que el cabeza de familia está a punto de tener que cerrar su empresa pesquera a causa de la dura recesión que azota al país. La pequeña Shigeko, hija de del primero en un matrimonio anterior, adora a su nueva madre y se muestra ajena tanto a la condición de no consanguinidad de aquella como a la situación economica de su familia. Por otro lado, el director introduce a Tamae, la exesposa de Shunsaku y madre biológica de Shigeko, quien no dudará en intentar recuperar a su hija usando malas artes a costa de beneficiarse de la mala situación económica de su exmarido.
Los personajes masculinos adoptan papeles claramente secundarios en el filme y son retratados con ciertas deficiencias deontológicas, tanto por la condición del malhechores de los personajes de la escena inicial (que ayudan a Tamae en el secuestro de la niña), como por la debilidad mostrada por el padre de familia (tanto a la hora de luchar por su hija como de defender su situación económica). Por el contrario, las mujeres se muestran fuertes, enérgicas, siendo el verdadero sustento no solo para la unidad familiar, sino poseedoras de una superioridad moral, revelándose indispensables en el resurgir de Japón. Por un lado tenemos la entereza de la niña, quien no quiere saber nada de su nueva madre y de los lujos que esta nueva vida conlleva. Por otro, la lucha incansable de Masako, que no dudará en arriesgar su vida con tal de ver a la pequeña a salvo. Y, como contrapunto, se encuentra la ambición de la abuela de Shigeko, a la que no le tiembla el pulso a la hora de traicionar a su familia por miedo aperder su estatus social, o la obstinación de Tamae por la custodia de la niña, demostrando estar más interesada en su propia felicidad (satisfaciendo su capricho de tener una hija) que en el bienestar de su propia hija.
A pesar de que el estilo de Naruse irá madurando con el paso del tiempo, volviéndose más sobrio, en La hija adoptiva el director tokiota esboza las temáticas que afectarán a buena parte de su filmografía: el papel de la mujer en la sociedad, las complejas y problemáticas relaciones familiares y el retrato de las clases más desfavorecidas en Japón, junto con la relevancia del dinero para poder salir adelante. El director no simplifica el enfoque de temas, exponiendo las razones de Masako y Tamae para obtener la custodia de Shigeko. ¿Tiene Tamae derecho a reclamar la maternidad Shigeko después de haberla abandonado? ¿Quién debe ser considerada la madre del niño?. Por lo tanto, nos enfrentamos a un intrincado melodrama donde Naruse revela su capacidad de retratar la complejidad de las relaciones humanas, contando con un elenco de actores solvente y un argumento sólido, a la par que aborda algunas cuestiones que serán transversales a varias de sus obras y arroja al espectador preguntas relacionadas con la adopción.
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