Reconociendo esta realidad como un problema, y hablando de ello desde hace más de un año, Daniel Reigosa y yo vamos a intentar acometer, de forma sistemática, la obra de uno de estos cineastas a los que, al menos en el ámbito hispano, se ha prestado una atención muy escasa, hasta el punto de que no tenemos conocimiento de libro alguno en lengua castellana sobre su obra, más allá del volumen que el Festival de San Sebastián editó a propósito de la retrospectiva que le dedicó en 1998 y del que hoy se puede encontrar algún ejemplar, si bien a precio prohibitivo. Hablamos, pues, de Mikio Naruse, un cineasta del que se han editado media docena de obras en DVD a través de la hoy desaparecida colección de Maestros del Cine Japonés de Filmax pero del que, como bien escribió hace 18 años Miguel Marías a propósito de la mencionada retrospectiva,
Para una exigua minoría será solo eso, "un nombre", aureolado de un cierto prestigio teórico, más bien histórico, "de diccionario", y en la práctica perteneciente, como tantos otros, a esa cara oculta de la Luna -o, más bien, del Sol naciente- con que puede compararse, en Occidente, al cine japonés.
Mucho menos popular y difundido -además de carecer de su fama- que Kurosawa (...), siempre menos admirado en círculos restringidos que Mizoguchi, y sin que hasta la fecha se haya beneficiado del tardío pero casi unánime reconocimiento de que ha sido Ozu desde 1978, no parece ya probable que la obra de Naruse vaya a ser vista por un público amplio, que, por otra parte, de tener tal oportunidad, la desaprovecharía. Incluso en el Japón, donde era respetado y con frecuencia la crítica incluía alguna de sus películas entre las diez mejores del año, Naruse parece hoy un tanto olvidado, y no creo que las nuevas generaciones de aficionados le conozcan, ni recuerdo que ninguno de los jóvenes directores reivindique su magisterio o haya manifestado un especial aprecio por su obra.
A pesar del tiempo transcurrido desde estas reflexiones de Marías, no ha habido mejora alguna en la consideración o la popularidad del realizador de Nubes dispersas, a pesar de que su influencia es reconocible en algún gran cineasta cuya obra ha ganado enteros desde entonces, como Aki Kaurismäki (que ya lo homenajeó abiertamente en el título de Nubes pasajeras, en 1996).
En consecuencia, y bajo el título genérico de Nubes cotidianas, iniciamos, desde aquí y desde la web de Daniel Reigosa (Versión Original sin Palomitas) y alternando nuestras firmas, un análisis de las más de cuatro decenas de películas del autor japonés a las que hemos podido acceder. Lo hacemos, como se dice vulgarmente, poniendo el carro delante de los bueyes: viendo película a película y comentando cada una de ellas, el análisis de los elementos destacables de Naruse necesariamente surgirá durante el propio ciclo, sin un punto de llegada preciso, intentando compartir las reflexiones según vayan surgiendo, y reconociendo de entrada las limitaciones que este método conlleva. No intentaremos, pues, sentar cátedra, sino ir implicando a los (improbables) lectores de los descubrimientos poco a poco, y sin más intención que sembrar un camino para estimular a que firmas más autorizadas tomen posteriormente nuestro relevo.
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